De amistades sinceras y amistades por puro interés (opinión)

En su libro La fuente clara (Demipage), el autor francés David Bosc escribe: «Hay personas que no conocen la amistad. Para moverse, para calentarse, para consumirse, se valen de otros fuegos». Me resulta extrañamente desconcertante la equiparación que Bosc ofrece sobre la amistad, es decir, de la amistad como un fuego que brota desde el interior o que encontramos en el otro. Pese a la extrañeza, reconozco que las relaciones que se establecen entre las personas pueden generarse debido a un algo primario, casi animal. Con esto no estoy diciendo que sean relaciones originadas por un instinto natural de supervivencia, que también podría ser. Sin embargo, hay algo en según que vínculos que no puede explicarse de un modo racional, como también hay amistades puramente interesadas, que buscamos por necesidad de satisfacer algún que otro capricho o por alcanzar según qué objetivos; éstas, como comprenderán, son amistades perniciosas, y por desgracia, ninguno de nosotros escapa de ellas.

Encontrar a alguien en la vida que de verdad confíe en ti, que nunca te juzgue por lo que has hecho o dejado de hacer es harto complicado. Y lo es porque, según pienso, ese estar ahí para el otro debería ser algo recíproco, cosa que no suele darse, ya que el ser humano es un ser egoísta. Quizá, quienes se den cuenta de esa individualidad que se encuentra en nosotros en mayor o menor grado, sean quienes decidan «valerse de otros fuegos». Lo que sí está claro es que todos necesitamos encontrar cierta calidez en nuestras vidas. 

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