Parodiar la novela negra con mucho estilo y gracia (reseña)

El llamado género negro en literatura gusta a muchos, atrapa. Esas historias de detectives uniformados con gabardinas manchadas estratégicamente, cigarrillo en boca, pocos modales y una resistencia épica a la ingesta de cualquier tipo de alcohol, tiene un no sé qué, qué sé yo, que seduce. Puede que esos ambientes del lumpen, donde el peligro acecha a cada instante, sea una de las razones por las cuales sintamos tal atracción. Desde la comodidad del hogar podemos adentrarnos en esa oscuridad insalubre de lo marginal y ser testigos de la decrepitud de una parte de la sociedad, aquella que, por a o por b, no ha tenido más remedio que delinquir, bien para sobrevivir, bien porque su «naturaleza» es violenta y no conoce otro camino en la vida más que el odio y la crueldad.

Reconozco que esa atmósfera sórdida llama la atención al ver, o mejor dicho, al tomar consciencia de esa realidad que solemos obviar. No obstante, si algo caracteriza a las historias noir es la búsqueda, o intento de búsqueda, de la justicia, una justicia moral, claro está, pues muchos de sus protagonistas prefieren dejar a un lado el ámbito de la legalidad por ser demasiado permisiva con según qué actos o inútil. Los héroes de estos relatos suelen ser, en realidad, anti-héroes, y son sus pequeñas taras o defectos los que nos permiten conectar mejor con ellos, puesto que los hacen «más humanos». 

Hay novelas negras muy crudas, cuya acción se desenvuelve de forma vertiginosa. Otras, por el contrario, tienen un ritmo más sosegado debido a su carácter psicológico. También hay una serie de narraciones que se sirven de ciertas dosis de humor para aligerar la carga. El caso de Pinches jipis (Malpaso), de Jordi Soler, sería una de las terceras.

El escritor mexicano se atreve con el género de la novela negra como tantos otros grandes autores, y nos presenta a un personaje más que singular, el comandante Conejero, un inspector de policía de la Ciudad de México que, en cierto modo, es una parodia de esos detectives a lo Dashiell Hammett. Algunos podrán pensar que Soler ha escrito un chiste, pero si uno se fija bien en lo narrado se da cuenta de que el autor describe una sociedad cruenta, en la que existen los asesinos en serie y donde hacer justicia, de normal, poco importa. Soler critica el desencanto provocado por la corrupción, la avaricia y la mezquindad, al tiempo que retrata la soledad de un tipo duro que no lo es tanto y que se cuestiona si hacer bien su trabajo vale o no la pena. Pinches jipis es divertida, mucho, pero también desgarradora e impactante. 

Comentarios

Entradas populares