Rezzori como un antídoto para evitar ser un estúpido (opinión)

Que la prosa de Gregor von Rezzori goce hoy en día de amplia repercusión en España, además de un buen puñado de lectores, se debe —al menos, eso creo— a su carácter de outsider, de radical e inconformista. Rezzori nunca se mordió la lengua a la hora de juzgar y reprochar la actitud menospreciable de un sector elevado de los estamentos que regían su Alemania natal. Dicho de otro modo, el hecho de que se atreviera a tildar a su nación de estúpida —y lo hace de forma inteligentísima, con un delicioso sarcasmo digno de admirar—, es algo que nos hace pensar, y mucho, pues la época actual que vivimos en este país —ese sin-estado o patria circense en la que se ha convertido España— da para más de un chiste malo.

«Mi patria se me fue entre las manos, la he perdido», escribe Rezzori en Caín. El último manuscrito (Sexto Piso). El escritor, denigrado e ignorado por la crítica oficial de su tiempo por salirse de la norma, se sentía totalmente abandonado en su propio país, y hoy en día somos muchos los que nos sentimos un poco olvidados y abandonados en un país que, al parecer, se ha desquiciado y que necesita una forma de gobierno que responda a sus neurosis. 

Leer a Rezzori permite liberarse en cierto modo de ese delirio provocado por unos seres que nunca han pensado más que en sí mismos y sus amiguetes. «¿Qué busco yo entre esta gente?», se pregunta el escritor. Y se responde: «Lo mejor es que me largue de aquí…» Y la mejor forma de «largarse de aquí» es evitar el vacío intelectual que se empeñan en fomentar los «bienpensantes», créanme. 

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