Extravagantes relatos de nipones sin igual (reseña literaria)

Recuerdo que fue en Berlín y recuerdo perfectamente que fue una tía mía quien me escribía en una papel grueso un par o tres de títulos que debía leer en un momento dado, sí o sí. Todavía conservo esa hoja en mi escritorio, a la vista, recordándome y recomendándome esas lecturas. No obstante, puedo decir orgulloso que ya he tachado uno de los títulos de esa lista: España, aparta de mí estos premios (Editorial Páginas de Espuma).
Fernando Iwasaki es el autor de este libro de relatos --siete en total-- del que podemos extraer un jugoso retrato satírico de una España necesitada de humor. Para ello la fórmula que utiliza es bien sencilla: hacernos ver que con una misma historia se pueden ganar hasta siete premios literarios distintos. Para lograr tal "hazaña" tan solo es necesario captar la, a veces incomprensible, idiosincrasia de algunas regiones del país, esas que cuentan con un nacionalismo exacerbado, casi hilarante. 
El escritor peruano, radicado en Sevilla desde hace ya más de dos décadas, se convierte, pues, en una especie de radiógrafo de la realidad española, en un crítico que se sirve de la teatralidad de sus relatos y los bufones que las protagonizan para "crucificar" a los promotores de premios literarios, entre otros colectivos. Y todo ello mediante los protagonistas más estrambóticos que a uno se le puedan ocurrir; en este caso, japoneses brigadistas, japoneses vascos, japonesas que en su día fueron amantes de Picasso en las calles de París, japoneses forofos del Sevilla CF o el Betis...
En las páginas preliminares del libro, Fernando Iwasaki confiesa un secreto que nos ayuda a comprender mejor sus relatos. Dice: "Hay dos Españas y solo es posible escribir para una de las dos. Mi elección es clara y rotunda: siempre escribo para la España que sabe reírse de sí misma". Eso es, precisamente, lo que el lector encuentra en estos siete cuentos o carcajadas o provocaciones. Porque, reírse de uno mismo es clave hoy día para no convertirnos en seres insulsos, apáticos, petulantes y fatuos.
"El humor tiene que hacernos reír, tiene que divertirnos, pero luego tiene que hacernos pensar de qué nos hemos reído", remarca Iwasaki. Efectivamente, el humor es una herramienta perfecta para saber de qué pie cojeamos, un espejo en el que reflejar nuestros pecados y actuar en consecuencia, una ventana al divertimento. 

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