Instantes de amor, testimonios anónimos (reseña literaria)

Toda literatura es visual. La escritura es en sí misma una imagen, una sucesión de letras, una representación gráfica de palabras que, al unirlas con cierto criterio, crean una acción, describen un hecho o sentimiento abstracto, de modo que el lector pueda descifrar el código --en este caso caligráfico-- y comprender aquello que le están diciendo. Es un juego maravilloso que alcanza su máximo esplendor en la mente de cada uno; allí es donde imaginamos, donde creamos nuestro propio vínculo con lo escrito para dotarle del sentido que ansiamos y, así, formar parte activa de la historia que tenemos entre manos.
Existen relatos que describen hasta el más nimio detalle, acotando cualquier posibilidad de idealización. También hay escritos autónomos, exentos de una férrea guía, que permiten al lector una mayor libertad creativa. Estos últimos suelen ofrecer pistas o retratos de escenas incompletas, de modo que la historia llegue a completarse una vez haya sido leída. 
Al leer Lista de desaparecidos (Editorial Siberia), de Andrés Barba, mi primera sensación es, precisamente, la de estar ante retazos de vidas concretas aunque extrañas. Sus protagonistas son personajes anónimos inmersos en situaciones aisladas pero muy específicas. Barba refleja fragmentos vitales que otrora pudieran resultar insignificantes. Sin embargo, son instantes que deambulan entre la vida pública y la privada, momentos de individualidad, de efervescente actividad y soledad, de alienación y vulnerabilidad. Y eso, aunque pueda resultar una tontería, provoca que los roles espectador/lector y retratado/personaje sean plenamente intercambiables. Todos podemos formar parte de esa "lista de desaparecidos" que el escritor madrileño ha sabido captar e incluso se ha atrevido a aventurar gracias también a los dibujos del artista Pablo Angulo.
La sucesión de anécdotas o testimonios de esta obra --de una cuidadísima edición y con epílogo de Enrique Vila-Matas-- tienen en común algo tan sumamente complejo como es el amor. Barba interpreta momentos íntimos y los expone abiertamente. En cada pasaje afloran sentimientos repletos de ternura y afecto, aunque también de rechazo y olvido. Existen en ellos deseos y ensoñaciones, momentos en los que "... no temías aprender de nuevo los verbos del interés y la curiosidad". 

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