Un retrato inolvidable del alma criminal (reseña literaria)

El lado equivocado de la vida. El camino de la perdición. Ser canalla, alcohólico, ruin, rastrero, gentuza, un don nadie, un ladrón de poca monta, un drogata de los bajos fondos... tiene un lado que, a nivel literario, atrae --al menos a un servidor--. Sumergirse en bares y prostíbulos, calles recónditas, barrios marginales y cualquier otro lugar donde quieran que vivan estos personajes miserables ofrece la posibilidad de darnos cuenta de la cruda realidad que vivimos. Somos mayorcitos para tener constancia de que no todo es un camino de rosas, que la música no suena en el momento de besarte con una chica, que la inocencia es un bien preciado. Sin embargo, preferimos no ver, ni conocer, para no sufrir --algo que respeto--. Aún con todo, creo que viajar, de tanto en cuanto, a esos ambientes sórdidos puede ayudarnos a apreciar mucho más nuestras vidas.
De San Quintín, esa temida prisión que tuvo como uno de sus huéspedes a mi idolatrado Art Pepper --uno de los saxofonistas de jazz más increíbles que hayan existido jamás--, surgió una pluma afilada, uno de esos seres que descargan su ira a través de la palabra. Hablo de Edward Bunker, considerado ahora toda una eminencia literaria, quien fue recluso y un escritor del que difícilmente puedes olvidarte tras leer su primera novela No hay bestia tan feroz, publicada aquí en España por Sajalín Editores.
Bunker ofrece una literatura que desgarra, te arranca el corazón y lo sumerge en dios sabe qué sustancia corrosiva. Eso sí, con un dominio excepcional de la palabra, con una belleza casi poética. A pesar de la crudeza de sus retratos, no quieres que el libro que tienes entre las manos acabe nunca. La culpa de todo la tiene su personaje principal, Max Dembo, quien tras salir de la cárcel --después de ocho años-- deambula de aquí para allá por una ciudad que creía conocer pero de la que ya nada sabe, Los Ángeles. Moteles mugrientos, cafeterías grasientas, ambientes poco dados a celebrar un picnic... Dembo se mueve por la parte peligrosa de esa urbe corrupta, plagada de yonquis, maleantes y atracadores. Bunker relata a las mil maravillas los atracos a mano armada y las peripecias que tienen que pasar los delicuentes para sobrevivir a duras penas. Asimismo, hace una especie de reflexión sobre el rechazo que normalmente siente la sociedad hacia aquellos que buscan la redención. Finalmente, y a causa de ese rechazo, Dembo recurre de nuevo a la violencia, el único modo de vida que conoce.

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