Una sátira de oficinas que no lo es tanto (reseña literaria)

La burocracia, esa cosa tan odiosa y tan necesaria --según nos dicen--. ¿Qué es realmente? ¿En qué nos perjudica a los seres humanos faltos de sensibilidad administrativa? Servicios públicos, funcionariado, distribución y gestión de asuntos que le son propios, papeleo, formalidad... Un rollo, al menos para aquellas personas que buscan aventuras en sus vidas. Sin embargo, siempre existen excepciones. Al parecer, en esos lugares donde se apilan formularios, se consultan extractos y se dice aquello de “vuelva usted mañana”, pueden ser lugares en los que florece el sentido del humor. Al menos, eso es lo que uno comprueba al leer El frente ruso. Jean-Claude Lalumière es el autor de esta divertida, en ocasiones desternillante, novela. La editorial barcelonesa Libros del Asteroide es la encargada de ofrecernos esta obra que triunfó, y de qué manera, en Francia.
La situación con la que nos encontramos al comenzar nuestra lectura es la siguiente: un joven francés de provincias, ingenuo y algo retraído, se presenta a unas oposiciones al Ministerio de Asuntos Exteriores con la ambición de iniciar una brillante carrera diplomática. El problema, y lo que nos provoca la risa, es que este hombre lo único que quiere huir del seno materno --vamos, marcharse de casa y conocer mundo por la gorra--. Aún con todo, y porque la vida da de tanto en cuanto este tipo de concesiones, aprueba las oposiciones. Ante tal hazaña, el joven ya se muestra ansioso por saber cuál será su destino. En un ir y venir su cabeza da mil vueltas pensando lugares, a cual más exótico. La alegría le dura poco al confirmarse su paradero: unas perdidas oficinas en un barrio periférico de París. A pesar de que se las prometía muy felices, el joven acaba en el departamento de Países en vías de creación. Sección Europa del Este y Siberia. Dicho de otro modo, el frente ruso. El panorama no puede ser más desolador. El protagonista vivirá todo tipo de situaciones en esas oficinas cochambrosas. A partir de aquí, Lalumière describe sin rehuir de los tópicos propios de la comedia las peripecias del joven funcionario. De forma sincera, cada una de las páginas de esta obra es un ejemplo perfecto de cómo escribir una sátira. En este sentido, existen, cómo no, momentos más delicados y reflexivos, cercanos al drama. Lalumière retrata con gran acierto al prototipo de hombre moderno.

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