Encuentros y reencuentros, amistades

Resulta curioso comprobar cómo la vida nos depara sorpresas. No todo son penas y lloriqueos, algo que es de agradecer. Los encuentros y reencuentros, las amistades, al fin y al cabo, son parte fundamental de esa esperanza. Los recuerdos, las ocurrencias y confidencias, la intimidad de un momento, la ilusión... Todo forma parte de ese juego, sencillo en apariencia, que es vivir el día a día. De Cancún a Barcelona, pasando por Madrid y Murcia. ¿Quién sabe qué nos deparará el futuro? Si lo supiéramos, creo que sería todo demasiado aburrido. Sin cierta pizca de incerteza, no existirían los momentos de plena alegría. Un mínimo detalle, una palabra escrita, un susurro, un hasta luego y un amanecer. Hasta lo más insignificante puede llenar un vacío de enormes dimensiones.
Algunos de esos encuentros y reencuentros se producen a través de la literatura, el arte, la música, el cine y el teatro. Yo puedo decir con orgullo que tengo por fieles compañeros de fatigas a Miles Davis, Chet Baker, Art Pepper, Martin Amis, Philip Roth, Enrique Vila-Matas, Antonio Muñoz Molina, Antonio Vivaldi, Johann Sebastian Bach, Sergei Rachmaninov, Erik Satie o al mismísimo Woody Allen. Peculiares amistades con las que mi tiempo viene y va, con las que dejo volar la imaginación hasta el último rincón del universo, con las que me emociono y sonrío, una y otra vez. Es lo que tiene ser un enamorado de las artes y las letras, de la gran pantalla y el escenario. Si a todo esto le añadimos a alguien que comparta alguna de estas inquietudes, está claro que la vida es mágica y seductora. No hay forma más barata de disfrutar y, porqué no decirlo, enamorarse.

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