Esa forma de ser, de sentir

"No es lo que haces, sino la forma cómo lo haces”. Esta frase del guitarrista John McLaughlin se pudo leer en las paredes de la plaza de la Trinidad de San Sebastián durante el concierto que ofreció en el Jazzaldia. Una frase muy acertada para intentar reflejar parte de la esencia de lo que es el jazz. No nos engañemos, el jazz es una forma de ser y de sentir, un modo de entender la vida. El jazz es ritmo, alegría, melancolía, es algo doloroso, algo liberador, hermoso y complicado, simple y escurridizo. Además, una vez te atrapa en su tela de araña, ya no puedes escapar, caes en su red de notas e instrumentos, te dejas llevar por sus canciones con sabor agridulce, con aroma de café y recuerdos. Escuchar jazz es como ver entrar por la puerta de un garito a esa diosa que deja helado a cualquiera con una simple sonrisa o ilumina toda una sala con una mirada cómplice. Impacta y provoca, seduce y enamora.
Algún lector creerá que he sido abducido por un ente maligno, que me lavaron el cerebro o tomé alguna sustancia alucinógena. Sin embargo, escribo desde mis entrañas, porque el jazz no surge necesariamente del corazón, es mucho más terrenal, más profundo y complicado. Egoísta, ingenuo a veces, intelectual, paciente, extrovertido a la par que introvertido, serio y excitante, el jazz nos sumerge en un mundo donde lo evidente no resulta tan claro, donde existen contradicciones constantes, donde pasión y lujúria confluyen, donde es posible alcanzar la redención. A lo largo de mi no tan larga vida he escuchado infinidad de discos de jazz y siempre encuentro algo que me noquea. A veces es un leve sonido, otras un fraseo o un gesto que simplemente intuyo, una simple pausa... ¡Qué poder hipnotizador!
Una amiga mía dice: “nuestro jazz, maldita matriz, maldita adicción...” Y es verdad, es adictivo y lo haces tuyo para siempre.

Comentarios

Ruby Fernández ha dicho que…
Maldita matriz....
Eric GC ha dicho que…
Yujuuuuuuuuuuuuuuuu

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