Desconexión, arte y buenos alimentos

Bien podría empezar esta reflexión diciendo una de aquellas cosas que hiciera famoso al emperador romano Julio César: “veni, vidi, vici”. O lo que es lo mismo, llegué, vi, vencí.
Llegué a Madrid, un año más, para asistir a ARCO, ver qué se cocía en esos hornos --o crematorios, dependiendo de la galería-- y vencer a ese endemoniado apetito que le entra a uno cuando deambula por esas callejuelas cercanas a la plaza Mayor y el barrio de la Latina que visten sus mejores galas y parecen contar con la inestimable colaboración de las sirenas homéricas para atraer tu paladar. Aunque, ahora que lo pienso, creo que fue finalmente mi apetito el que venció a mi conciencia. Sí, así fue. No pude resistir la tentación y caí rendido a los pies de ese mundo exquisito que supone “el tapeo”. Demasiadas maravillas culinarias como para dejar pasar la oportunidad de saborearlas. Es lo que tiene una ciudad como Madrid. Existe tanta oferta que al final, sin quererlo ni beberlo --o bebiéndotelo todo, ¡qué narices!-- te dejas llevar. Bocadillo de calamares, entresijos y gallinejas, cañitas por doquier, tostas de todo tipo, tajadas de bacalao… Mi estómago daba la bienvenida a todos esos suculentos ingredientes casi sin preguntarme. ¡Qué maravilla!
Dejando a un lado la gastronomía, decir que ir a Madrid me sirvió para desconectar de mi trabajo, a pesar de que iba a la capital por esa misma razón, por trabajo. Sin embargo, el mero hecho de no estar en la ruidosa redacción ya le alivia a uno. Trabajar a tu propio ritmo es una de esas maravillas que los “curritos” no disponemos siempre como quisiéramos. En Madrid tuve mi oportunidad. Con la acreditación correspondiente, mi escudo en ese recinto ferial inmenso, me dispuse a recorrer todas y cada una de las galerías que este año han tenido la suerte de asistir a ARCO. Y digo suerte porque el nuevo director de esta cita internacional, Carlos Urroz, dejó bien claro que la feria necesitaba volver a sus raíces, esto es, apostar por la calidad antes que la cantidad. Hubo entonces una seria criba de salas expositivas que este año dejaron de mostrar sus propuestas. Lo agradecí. Tras la nefasta edición pasada era necesario un replanteamiento que, al parecer, ha habido aunque fuera de forma incipiente. Al menos, según cuentan, las ventas han mejorado mucho este año con respecto al anterior. Imagino que los galeristas saltarían de alegría y brindarían con champán. Yo, como mero espectador, puedo decir que aquello que contemplé me pareció honesto y con sentido. Atrás quedaron las excentricidades desbocadas y la sensación de querer ganar dinero a todo trapo, por más que este tipo de eventos sirven para eso. En definitiva, puedo decir que la cita de este año me gustó. Jaume Plensa, Günther Förg, Hans-Peter Feldmann, Chernyshev and Shulgin, Franklin Evans, Mar Arza, Helena Almeida, Esther Ferrer o Javier Calleja fueron algunos de los nombres que más interés me despertaron. Asimismo, tuve buenas sensaciones con las ocho galerías del país invitado este año, Rusia, que estuvieron repartidas en los dos pabellones de la feria --algo que no había sucedido en las anteriores citas--.
La galerista Juana de Aizpuru, mujer pionera donde las haya y una figura indispensable para comprender el devenir de las artes plásticas en los últimos 40 años en España, ha declarado esta misma semana que “el arte puede contribuir al cambio de la actual escala de valores”. Totalmente de acuerdo aunque crea que esto no puede darse en citas como ARCO por una sencilla razón: ‘business is business’. Ahí no reside ningún tipo de valor que no sea el puramente comercial. Sin embargo, bien es cierto que estas reuniones sirven para comprobar cómo y hacia dónde se dirime en gran parte el arte actual. Por ese motivo me gusta deambular por allí.

'Washington Square', André Kertész

De todas formas, quisiera reconocer que no empleé todas mis energías en pasear por Ifema durante mi estancia madrileña. Ni mucho menos. Apelé al espíritu aventurero y, gracias a la recomendación de mi fiel seguidora bloggera Esther Cidoncha --sí, sí, la excelente fotógrafa de jazz, la captadora de ambientes únicos, el ojo exquisito que retrata ese mundo tan particular y maravilloso que es el jazz--, asistí a la exposición fotográfica de André Kertész, en la Fundación Carlos de Amberes; una muestra magnífica que recorre el trabajo de uno de los autores más delicados e inigualables que yo haya visto en el mundo de la instantánea. A través de cien de sus fotografías más emblemáticas, todas vintage, se ofrece una visión completa de la carrera de un artista precursor de las corrientes fotográficas más significativas del siglo XX, en un recorrido cronológico por los tres escenarios más importantes de su vida: Hungría, Francia y Estados Unidos. Conocí el trabajo de Kértesz gracias a otra interesante exposición titulada ‘París y los surrealistas’ que tuvo lugar hace ya seis años en el CCCB de Barcelona. Allí conocí a muchos genios casi desconocidos para el gran público, algo que suele ser habitual.
En mi particular periplo capitalino visité también el Matadero. Como dice mi hermana, Irene Gras –y cuyo blog podéis visitar también: http://artekunstart.blogspot.com/-- : “con el surgimiento de espacios como el Espai d’Art Contemporani de Castelló, el Matadero de Madrid, el CCCB de Barcelona, el Radial System V de Berlín, Zona Attive de Roma... nos damos cuenta del giro que está sufriendo el mundo del arte, en el que lo importante es el proceso de creación en sí mismo y no la obra finalizada en sí misma. Son espacios que se transforman y donde la interrelación entre ideas, proyectos, artistas, público... se convierte en un laboratorio en continua efervescencia, en un centro multiartístico donde se conjugue tanto lo local como lo internacional de carácter tanto público como privado”. Esa es la sensación que tuve al visitar este centro y confesaré, también, que me pareció un proyecto con un potencial enorme, digno de envidiar.
A pesar de lo que muchos creen, esto es que solo dirijo mis esfuerzos intelectuales en escribir sobre el arte de hoy, diré que Goya es mucho Goya. Visité la ermita de San Antonio de la Florida para ver los frescos que uno de los grandes genios de la historia universal creó específicamente y con total libertad para el templo. La obra de Goya te deja sin palabras. Ante tal situación me dirigí a Casa Mingo, que está justo a lado, para tomar una sidras. ¡Qué sufrimiento!

Comentarios

Eric GC ha dicho que…
Madre mía! Te hacía en las lejanas tierras del Yukon. Qué alegría verte my friend!
Esther ha dicho que…
Me ha gustado mucho tu crónica, tus andanzas por la capi... y en lo que se refiere a mi, me ha encantado. Eres estupendo.

Muchas gracias, amigo bloggero. Un beso.
Esther ha dicho que…
Me alegro que fueras a ver la exposición de André Kertész. Veo que te dio tiempo a hacer muchas cosas. Madrid es así, es muy estimulante. Y también a veces te apetece retirarte de todo ello y vivir tu propio mundo alejada de tanta y diversa actividad cultural.

Más besos, millones.

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