Reflejando los distintos estados de ánimo (artículo de prensa)

Tout est bien, Paula Bonet

Ni soy Nostradamus ni tengo la verdad absulota. Pensar lo contrario sería de necios. Sin embargo, cuando en su día dije que Paula Bonet es una de las ilustradoras a tener en cuenta, tenía razón. Esos trazos rápidos, enmarañados que casi parecen descuidados pero que están perfectamente estudiados --aunque hayan sido creados por un impulso-- son ya reconocibles en el panorama actual. Y no lo digo yo solo. La vila-realense ha logrado con sus ilustraciones crear un mundo propio en el que, como ya incidía Irene Gras, se dan cita los “ambientes cálidos, íntimos, afectivos y sensuales, metáforas de la propia interioridad, en favor de una vida intensa, sanguínea y apasionada; ajena a la contención y a la renuncia que inevitablemente trae consigo el paso del tiempo”. Curiosamente, su última exposición titulada Coasters (Muntanyes ruses), que se inaugurará en la Casa de l’Oli de Vila-real el próximo 11 de febrero, trata de esas reflexiones sobre el paso del tiempo y sus consiguientes contradicciones.

LAS MEJILLAS ROJAS
Cuando uno ve alguna de las ilustraciones de Paula Bonet no puede remediar fijarse en esas mejillas rojas que ya son una firma de autor. Esas mejillas describen el yo de la artista. Un tanto nerviosa y vergonzosa, algo propio de una chica que aún busca su lugar en el mundo. Aventurándose en esa búsqueda, Bonet intenta reflexionar sobre aquello que siente. Y lo hace con fragmentos incompletos, recortes de la realidad, pedazos e instantes borrosos pero muy claros al mismo tiempo. “Mis dibujos son como un grito, salen de muy adentro”, dice. Es verdad. Para ello se inspira en la lectura, la música y en la vida cotidiana. Ha ilustrado aforismo de poetas como Carlos Marzal o Carolina Otero, colabora con grupos de música como Mishima o Lula y su capacidad creativa parece no tener fin, al menos por ahora.
En Muntanyes ruses podremos ver un total de 20 ilustraciones, además de dos o tres intervenciones sobre uno de los muros de la Casa de l’Oli. La exposición, “simplemente habla de un estado anímico que bien podría ser el de cualquier mujer que acaba de cumplir los treinta y que está llena de contradicciones, como casi todo el mundo”, según comenta. Lo cierto es, y nos lo confiesa, que sin ese tipo de contradicciones la vida sería menos aburrida. Puede que fuera más fácil pero no tendría gracia.
En los dibujos de Paula existe una carga emocional que logra captar la atención del espectador al instante. No se sabe muy bien cómo pero es casi imposible no fijarse en esos retratos tan sencillos. Probablemente, ese carácter impulsivo con que crea sus obras lo transmita luego de cara al público, que necesita saber más sobre esas pequeñas historias que se ven reflejadas a través de su trazo. Movimiento, pasión, energía y ese color rojo que lo une todo. El arte de Paula Bonet, para aquellos que no lo sepan, es un auténtico placer para los sentidos.

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