La realidad de un museo (artículo de prensa)

Manuel Borja-Villel fotografiado por Ricard Cugat

Es uno de los revolucionarios de la burocracia y gestión museística, uno de esos cerebros que hilvanan los tejidos que conforman el arte actual y, probablemente, una de las personalidades más importantes en el campo de la teoría artística contemporánea. También ha renovado a lo largo de los años los discursos y programas de los centros de arte que ha dirigido, llevándolos a la vanguardia más absoluta y, porqué no decirlo, al éxito. Cuando uno lee esta especie de descripción, en la que destacan términos como arte y contemporáneo, no puede negar que la imagen que su cerebro procesa para crear un rostro de este personaje sea la de un bohemio desaliñado. Sin embargo, cuando uno ve a Manuel Borja-Villel, cuesta imaginar que sea uno de los mayores estandartes del arte actual. Y es que su imagen sobria, en la que predomina esa leve sonrisa oculta tras un bigote generoso, nos provoca, casi sin querer, un respeto inusitado. Al verlo, y oírlo también, recuerda a ese profesor del colegio solemne, que de vez en cuando, se permitía el lujo de hacer alguna broma. Sin embargo, mucho es lo que se esconde en la mente del director del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid (MNCARS), uno de los grandes museos de arte contemporáneo del mundo actualmente junto con la Tate Modern de Londres y el MoMa de Nueva York.
Pero, ¿quién es Borja-Villel? Lo primero que sorprende es averiguar que es de Burriana, un hecho que aquí, en su propia tierra, casi se desconoce. La provincia tiene el honor de que uno de sus habitantes sea la bandera del arte actual en España, Europa y el resto del planeta. Es ahora cuando podría decir aquello de "nadie es profeta en su tierra". La verdad es que Manuel Borja-Villel hace ya mucho que voló del nido para llegar a ser quien es ahora. Las impresionantes colecciones y exposiciones que coordinó en la Fundació Tàpies y el MACBA de Barcelona dan fe del magnífico conocimiento de su oficio y de su visión única. Algunas de esas muestras han sido consideradas entre las mejores de las últimas décadas. No es de extrañar que hace ya casi tres años el Reina Sofía se fijara en él para dirigir tan magna empresa. Su llegada fue un auténtico "boom". Y no ha parado de acumular titulares en la prensa especializada, gracias a sus atrevidas propuestas y a las adquisiciones que ha ido realizando para aumentar el fondo del MNCARS. Yo, y perdonen mi osadía, me levanto el sombrero y me enorgullezco al decir que el autor de toda esa renovación es un castellonense de Burriana.
Como director del MACBA de Barcelona utilizó el arte para agitar, al Reina Sofía lo ha convertido en todo un referente del arte contemporáneo y en cuanto a cómo debe funcionar un museo, ha cambiado por completo sus planteamientos primigenios. Para entendernos, Borja-Villel habla de cambiar el paradigma de la homogeneidad en las colecciones que se muestren al público, es decir, que las colecciones de los museos dejen a un lado la vista puesta hacia el mercado o puesta en lo más canónico, más de moda. Para él, cada lugar tiene su especificidad, y eso es lo que se debe promover. Al tener un conjunto poliédrico, mucho más complejo y también fuerte, el espectador goza de mayores oportunidades a la hora de elegir qué exposición ver. El intelectual castellonense --porque es un gran intelectual-- hace un llamamiento a la necesidad de potenciar los diferentes museos a través de un plan donde se puedan articular ciertas líneas de actuación. "En este país se ha hecho mucho énfasis en lo espectacular, y es necesario crear un humus, un tejido de pensamiento, de creación", apunta Borja-Villel. Del mismo modo, cree que la sociedad civil debería estar plenamente integrada en la cultura, hacerla partícipe de los distintos movimientos que tengan lugar en el aquí y ahora. No podría estar más de acuerdo.
La realidad de un museo, para Borja-Villel, pasa por cambiar el modelo canónico que hasta ahora teníamos presente y crear, con mucho trabajo, dedicación y pasión, una "red museística" que se basa en el conocimiento, justamente en la relación, en la coproducción con otros centros. De esta forma se generan estructuras de escala que son cambios de perspectiva, que ofrecen una mayor profundidad de campo. Así, se podría gozar de las mismas exposiciones que puedan verse en Nueva York, Londres, Barcelona o Sevilla, siempre y cuando su finalidad esté justificada. Todo esto es necesario para evolucionar, ya que los centros de arte deben aunar, además de grandes colecciones, aspectos pedagógicos y de intermediación. De momento, parece que esta fórmula rinde a la perfección. Al comprobar el número de visitantes que en estos tres últimos años han pasado por el MNCARS, nos damos cuenta de que ha aumentado en torno al 30%. Sin embargo, "no todo son rosas en el camino". Por desgracia y por necesidad, los centros deben rendir cuentas, y muchas veces es la propia administración la que mueve los hilos. En este sentido, Borja-Villel se ha caracterizado por haber logrado cambiar esa estructura administrativa arcaica que reinaba en el MNCARS. Este hecho ha provocado una mayor libertad a la hora de programar las exposiciones anuales y, por ende, de transformar el centro para darle una imagen renovadora en el panorama internacional. Para que se den cuenta del logro, hoy por hoy, la colección del Reina Sofía es más importante que la de la Tate Modern de Londres.
Por otro lado, lo bueno que tiene el de Burriana es que ve el arte como algo "no elitista". Borja-Villel se niega a que la sociedad vea el mundo del arte como un lujo. Los centros de arte institucionales son de todos y para todos. Para ello es imprescindible apostar por una educación del arte, porque tal y como dice el director del MNCARS, "los museos han pasado de ser templos y lugares de las musas a algo que se asemeja a los centros comerciales". Para evitar esos males, "hay que preocuparse por disponer no solo de un espacio expositivo, que favorece el consumo, sino que cree foros de debate, lugares de performance, biblioteca, sitios en los que en esta nueva sociedad podamos intercambiar experiencia viva, conocimiento, de forma activa, para ser más libres", dice Borja-Villel. Esa es la realidad del que ahora es su museo, una realidad que deberían adoptar muchos otros en pleno siglo XXI. Los museos como lugares vivos donde se pueda experimentar y aprender. Un ideal que el de Burriana tiene muy claro y del que habló, de forma magistral, en el Ateneu de Castelló este pasado viernes, 17 de diciembre, en la charla titulada 'La realidad de un museo'. El hijo pródigo volvió y su sabiduría invadió la sala. Al son de "debemos dejar de ser propietarios y convertirnos en custodios", nos damos cuenta de ese modelo que tantos quebraderos de cabeza le han procurado hasta la fecha. Pero es que para Borja-Villel todo es intercambiable, no todo tienen que ser objetos, y que las experiencias vividas en un museo pueden ser otro tipo de eventos que busquen mayor interrelación con el público. De origen humilde, amante de la escritura, de mente inquieta y un apasionado del arte, Borja-Villel es, sin duda, uno de los grandes personajes de la cultura española de los últimos 20 años. Un burrianense en la cima.

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