Descubriendo realidades con la cámara... (artículo de prensa)

Biblioteca Usera, Madrid. Fotografía de Bleda y Rosa

Este mes de mayo tuvo lugar en Madrid una de las principales ferias fotográficas de nuestros país, a pesar de que necesita trabaja mucho todavía para ser cita ineludible del calendario. MadridFoto, que así se llama, nació con un claro objetivo: apostar por un mayor coleccionismo y difusión del formato. Allí se pudieron ver los proyectos de algunos de los mejores artistas de la instantánea. Los 5.000 metros cuadrados de exposición se inundaron de ojos curiosos y expertos. Precisamente, cuando a uno de estos expertos le preguntaron si podría recomendar a algún fotógrafo que la haya sorprendido especialmente, éste contestó: “Pascual Arnal. Sus imágenes, cargadas de matices y símbolos, se mueven en un extraño arco que va de Wolfgang Tillmans a Manuel Álvarez Bravo”. Arnal, para aquellos que no lo sepan, es de Vila-real, y es, probablemente, uno de los mejores baluartes de la fotografía contemporánea castellonense.
Reconocer el trabajo de uno de los nuestros fuera de las fronteras locales tiene mucho mérito. Pero, debo advertir, amigos lectores, que él no es el único que destaca. Me explico. La persona que contestó a la pregunta “qué recomendaría de MadridFoto” fue María Bleda, quien junto a José María Rosa conforman el colectivo Bleda y Rosa, Premio Nacional de Fotografía en 2008. Bleda también es de Castellón y ahora está considerada toda una institución en el ámbito de los fundamentos del medio fotográfico y la fotografía documental. Como ven, desde aquí surgen muchas mentes inquietas en busca de retratar esa extraña realidad que nos rodea.
A Pascual Arnal y María Bleda se les pueden unir perfectamente otros nombres como los de Pilar Beltrán, Vicente Tirado, Laura Vallés, Joel de las Heras, Juan Plasencia o David de la Rosa. Ni que decir tiene que la fotografía documental, la cultura del archivo, esa exploración de territorios físicos, sociales, metafóricos y literarios, tiene en Castellón un buen aliado. Por tanto, creo que es hora de quitarnos esas molestas etiquetas que solemos autoimponernos de “don nadie”. En definitiva, y para concluir esta reflexión en voz alta, me gustaría hacer un llamamiento para animar a los que empiezan en el siempre delicado mundo de la fotografía, y para aquellos que creyeron que en Castellón no hay nada que hacer ni que decir. Será un proceso largo, una carrera de fondo, pero a la vista está que tenemos algunos de los ojos más delicados y perspicaces de la fotografía nacional. Por tanto, no debemos caer en el pesimismo. En Castellón hay mucho arte.

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