Un encuentro con... Manuel Vicent

Manuel Vicent visto por José Luis Roca

Desde que comencé mi particular periplo periodístico tuve muy claro que quería conocer de cerca a uno de los escritores más importantes nacidos en la provincia de Castellón: Manuel Vicent. Por causas que todavía desconozco, nunca pude entrevistarle ni pude asistir a alguna de sus animosas charlas. Sin embargo, nunca sabes lo que te depara la vida. Digo esto porque esta misma semana compartí escenario con este excelente narrador. El protagonista del evento en cuestión, obviamente, era él, pero yo me sentí como un fiel escudero. Vicent hacia las de Don Quijote, mientras yo me enfundaba el raído traje de Sancho Panza. Ambos nos enfrentamos a las inquietas hormonas de los adolescentes que llenaron el Teatre Principal de Castelló para participar en los ya famosos Encuentros de estudiantes con..., que organiza la Fundación Caja Castellón-Bancaja a lo largo del año.
Tranquilos, en un primer momento, pero con el “sentido arácnido” de Spider-man en funcionamiento, comenzamos ese toma y daca de entrevistador y entrevistado ante las decenas de ojos que nos observaban. En ningún momento quise adentrarme en esos terrenos pantanosos de polémicas surgidas a raíz de su último libro Aguirre, el magnífico. Mi intención fue, porque creo que era lo realmente interesante para los estudiantes, dar a conocer aquellos aspectos que hicieron que un chico de la Vilavella llegara a ser uno de los escritores más importantes de nuestros días. Vicent fue muy sincero, habló de la suerte que tuvo de poder estudiar en una época difícil marcada por la dictadura. Incidió en que, gracias a eso, logró “alzar el vuelo”. Tras muchas peripecias --entre las que se encuentran momentos de gran placer, tragedias, romances, viajes...-- ha logrado convertirse en un autor premiado, reconocido y respetado, algo que, a día de hoy resulta, cuanto menos, complicado. Digo esto, porque el mundo editorial ha cambiado mucho en los últimos años. Ahora, tal y como remarcó el propio Vicent, impera la creación de los ‘best-seller’. Todo es puro mercado. En otras palabras, si no vendes, no vales nada. A pesar de ese panorama grisáceo casi negro, lo que está claro es que quien verdaderamente sienta la necesidad de dar a conocer su mundo interior, o su particular visión sobre todo aquello que le rodea, “tan solo debe utilizar un bolígrafo y un papel”. Durante la conversación que mantuvimos Manuel Vicent y yo dejó claro que escribir “es una de las formas más baratas que existen para disfrutar”. Razón no le falta.
Poseedor de ese espíritu viajero y amante del buen comer --y del buen vivir, para qué engañarnos--, Manuel Vicent ha logrado conjugar ambos aspectos en su literatura. Viajar, para él, es algo necesario. “El viaje es el fundamento de la literatura”, nos dijo durante la charla. Desde la Odisea homérica, las aventuras de Jasón y sus Argonautas, o el propio destierro del paraíso de Adán y Eva, el viaje ha estado presente en la literatura. Vicent es un viajero intrépido, no solo en el plano físico de ir de un lugar a otro, si no en la búsqueda de la comprensión del ser humano, de su comportamiento y sus sentimientos. A través de sus obras ha indagado, poco a poco, en todo esto. Quizá, esa curiosidad haya sido la que le llevara a ser optimista con respecto al futuro del lector y del libro. En plena era digital, en la que los jóvenes piensan en imágenes, Manuel Vicent cree que tanto el libro como el lector gozarán todavía de larga vida, aunque solo sean unos pocos los que se atrevan a dejarse llevar por las magníficas historias que se hallan en cada relato.
El de la Vilavella no dudó en animar a los 500 jóvenes presentes en el Teatre Principal a que dejen volar su imaginación y, por supuesto, a que lean. ¿Por qué? Pues para llegar a ser una persona culta, ya que “este país se ha permitido el lujo durante mucho tiempo de tirar cerebros por la borda”. Debo decir que escuchar a Manuel Vicent embriaga por su convicción del poder que tiene la palabra hablada y escrita. Las letras son una parte esencial del ser humano y no podemos permitirnos el lujo de perderlas.

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