La defensa de una obra cumbre de la contracultura (reseña literaria)

Hay gente que aún cree en aquello de que un libro no puede cambiar nada, que no goza de suficiente poder para replantearnos situaciones en nuestras vidas o concepciones en la sociedad. Hay gente que duda del poder de la palabra para describir otros mundos posibles u otras realidades que no queremos ver y reconocer. No diré que todos ellos sean herméticos intelectuales, o personas con una "inteligencia fracasada" (como diría José Antonio Marina), no. Diré, sin embargo, que su incredulidad es propia de un juicio de valores arcaico. En este sentido, no es de extrañar, que a finales de la década de los 50 del ya pasado siglo XX, una novela titulada El almuerzo desnudo fuera censurada y tildada de pornográfica. William S. Burroughs, uno de aquellos literatos que formó parte de la llamada generación 'beat', fue el autor de esta obra que llevaron a juicio por declararla obscena. Corría el año 1963 cuando un librero de Boston fue detenido por vender esa "maldita obra". Dos años más tarde, cuando la novela (escrita en 1957) aún seguía secuestrada por la ley, la editorial que apostó por ella decidió combatir ante tales acusaciones emprendiendo un proceso judicial que tuvo gran repercusión.
Pues bien, la pequeña gran editorial La Felguera ha recuperado las intervenciones (inéditas hasta ahora en España) de personalidades como Allen Ginsberg y Norman Mailer, en defensa de este libro. Estos dos iconos de la contracultura, literatos inigualables en el ámbito anglosajón, hicieron uso de una enorme elocuencia para dar a entender al gran jurado la importancia que reposaba en El almuerzo desnudo. Y es que, William S. Burroughs, cambió por completo el panorama literario en una época marcada por el conservadurismo. Hablar sobre drogas, fantasías sexuales, homosexualidad, necrofilia y hasta canibalismo no sentaron bien. El problema radica, para aquellos que no vieron más allá de las palabras, en que Burroughs creó una enorme metáfora sobre el funcionamiento de la sociedad, en donde la corrupción del poder está a la orden del día. El exterminador hizo bien su trabajo. Juicio contra William Burroughs es una diminuta pero excelente obra que recoge uno de los testimonios de censura y secuestro editorial más afamados de la literatura. Sin duda, en la provocación que demostró durante los años el propio Burroughs radica su fuerza literaria, y es esa misma fuerza la que reta al sistema establecido (un sistema roto y moldeado al antojo de unos pocos babosos con ganas de enriquecerse y controlar). Un relato duro.

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