El peculiar arte del plagio como creación (reseña literaria)

Según la estética clásica del arte entendido como imitación, el plagio era una práctica totalmente aceptada. Sin embargo, esta práctica ha estado durante mucho tiempo muy mal vista en el mundo de la cultura. No era más que el apropiarse de un discurso, unas ideas o unas imágenes ajenas por parte de aquellos que estaban menos dotados y, a menudo, con la única finalidad de aumentar el prestigio o la fortuna personal. No es extraño, pues, que aquellas personas dedicadas a la sana reinvención de la imitación fueran odiadas por los verdaderos creadores. Aún con todo, al mito del plagio, como le sucede a la mayoría de los mitos, se le puede dar fácilmente la vuelta o, al menos, hacer uso de él para otros fines más que curiosos. Para que sepan de qué hablo no tienen más que dejarse llevar por la entretenida y enriquecedora lectura de El juego del otro que ha publicado la editorial Errata Naturae. En este libro se reúnen cuatro de las plumas actuales de mayor influencia: Paul Auster, Enrique Vila-Matas, Barry Gifford y Jean Echenoz. Las cuatro mentes hablan sobre el placer de la impostura, nos adentran en ese particular enfrentamiento entre el escritor y su sombra: el impostor. Así, Vila-Matas y Echenoz ofrecen un diálogo en el que descubren parte de sus obras, en las que existe un gran juego metaliterario donde la apropiación, la autoficción o la cita tienen lugar. Por su parte, el norteamericano Barry Gifford se hace pasar por el pintor alemán August Macke, quien viajó con Paul Klee en 1914 a Túnez. Durante aquella travesía Klee escribiría un diario sobre sus experiencias. Gifford recrea aquí el supuesto diario que escribiría Macke en el que volvemos a leer la misma historia de Klee con ciertas diferencias. Finalmente, descubrimos el relato Gotham Handbook. Nueva York: instrucciones de uso, traducido por primera vez al castellano. Paul Auster se apropió en su día de varios episodios de la artista francesa Sophie Calle para el personaje de Maria en ‘Leviatán’. A partir de ahí, la propia Calle le propuso a Auster que repitiera el juego pero invirtiéndolo: le propuso crear un nuevo personaje al que ella misma se acomodaría. La creación de este personaje y la posterior crónica ficticia interpretada por Calle dieron lugar a este exquisito relato.
Sin duda, todas estas propuestas resultan de un principio imitador que da lugar a una obra nueva, refrescante y de una calidad excelente. En esta deliciosa selección de textos los autores “impostores” se vuelven a convertir en creadores gracias a ese juego del otro.

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