Cuando filósofo y arquitecto mantienen correspondencia (reseña literaria)

La interrelación de dos disciplinas tan ajenas, en principio, la una de la otra, como son la arquitectura y la filosofía, puede ofrecer grandes sorpresas. Un claro ejemplo de esto que digo lo conforman Paul Engelmann y Ludwig Wittgenstein. Dos amigos que crearon un importante foro de discusión y una serie de anécdotas exquisitas a través de su correspondencia. Tuve la suerte de tener en mis manos hace ya unos cuantos meses una galerada de la obra Cartas, encuentros, recuerdos, que vio la luz el pasado mes de septiembre de 2009 en la editorial valenciana Pre-Textos. Reconozco que la posibilidad de leer, antes que muchos ávidos lectores, esta edición, supuso una extraña sensación. Me sentí un pequeño ladronzuelo afortunado por tener en mis manos una obra que aún no reposaba en las cómodas estanterías --o no tan cómodas-- de las librerías españolas. Bajo la magnífica edición de Ilse Somavilla, este volumen contiene la serie de cartas que ambos austriacos se enviaron durante 20 años y de las que surgió, entre otras muchas cosas, el diseño de la casa Stonborough (1929), en Viena --una referencia absoluta de la arquitectura modernista centroeuropea--. Esta amistad entre el pensador y el creador de formas, estuvo impregnada de intensas y apasionadas discusiones en torno a la literatura, el arte, la religión y la filosofía.
Debo decir, que leer las notas y reflexiones de ambos le produce a uno cierta sensación de “voyeurismo”, como si invadiéramos su intimidad --cosa que es cierta--. Debemos reconocer que esa es la razón --la de verse inmerso en la vida de estos dos intelectuales-- de que resulte de los más atractivo. Engelmann fue de los pocos que en el momento de la génesis del Tractatus entendieron el sentido profundo de la obra, como Wittgenstein lo deseaba de sus lectores. El célebre arquitecto, con el don de la palabra clara y reflexiva, nos descubre también a otro Wittgenstein, añadiéndole nuevas facetas que hasta la fecha nos resultaban desconocidas y que aportan al filósofo un valor añadido como una de las personalidades más importantes del siglo XX. El rico intercambio epistolar y la selección de recuerdos y notas de Engelmann son fascinantes, dado que nos adentra también en una época clave de la historia de Europa, como es el periodo de entreguerras. No hay duda sobre la importancia de esta obra para comprender un poco mejor a uno de los padres de la lógica y la filosofía del lenguaje, y cómo no, al excepcional pensamiento y capacidad de observación del discípulo de Adolph Loos.

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