El poeta del piano

Hoy me siento feliz y contento. No sé muy bien porqué, pero bueno. La vida tiene estas cosas, a veces. Es por eso que quiero compartir, parafraseando al maestro Quevedo, "a un hombre pegado a un piano": Bill Evans, el poeta del piano. Miles Davis nunca escondió su devoción por él, y como Miles, el resto de músicos que tuvieron la oportunidad de escucharlo alguna vez. Encorvado, como si de un momento a otro fuera a comerse las teclas del piano, con esas gafas gruesas y sus impecables trajes chaqueta de color negro, tecleando con una suavidad extrema cada nota, pausado, tímido, hombre de pocas palabras, introvertido y, por desgracia, muy problemático. No entiendo cómo ni porqué, la gran mayoría de genios tienen muy presentes un lado oscuro que los conduce a la autodestrucción. En el caso de Evans, todo comenzó tras la pérdida de su gran amigo y bajista Scott La Faro. Dicen --yo esto no lo sé--, que tras la muerte del joven La Faro, el pianista de Plainfield anduvo por las calles de Nueva York totalmente ido y ataviado con la ropa del bajista. Lo que sí sé es que fue un duro trauma que nunca llegó a superar y que le sumergió en el alcohol y las drogas. Este camino, como era de esperar, le condujo a la muerte en 1980. Aún con todo, nadie duda del excepcional trabajo de este músico único, que supo conjugar a la perfección el ritmo del jazz con la elegancia de la música clásica. Un genio sin discusión. Como regalo, os dejo con My foolish heart. Otra pequeñita joya. 

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