El gran caricaturista

No escribí antes sobre este tema al ser un tanto delicado. A finales del pasado mes de diciembre nos dejó el gran David Levine --al que ya dediqué una de mis primeras entradas en este pequeño rincón--. 83 años tenía el caricaturista más grande de la segunda mitad del siglo XX. Un auténtico genio que supo ver, donde otros no veían, la ironía. Un crítico mordaz y con un sentido del humor único. Sus dibujos hablan por sí solos. Esos retratos sobre los personajes más influyentes de nuestra época: intelectuales, músicos, políticos, literatos... Sus obras ilustraron durante décadas las páginas del The New York Review of Books. Ahora, el siempre simpático Levine, pequeño gran artista, ya se encuentra entre los inmortales gracias a sus obras. En enero de este año, la revista Ñ le dedicó un artículo escrito por Hermenegildo Sabat en 2005 y que tituló David Levine: la realidad dibujada. En el mismo, Sabat destaca esos 40 años de intensa actividad satírica mediante las artes plásticas. La capacidad reflexiva de Levine quedó patente en cada caricatura. Quizá por eso, Sabat escriba: "Su puntería para expresar esas ideas sin palabras permanece en la memoria colectiva de varios millones de compatriotas, y de muchos admiradores extranjeros". Y es cierto. En nuestra memoria siempre quedará el trabajo de un pintor enorme que vio cómo a través de sus caricaturas pudo opinar sobre el mundo que le rodeaba. Desde aquí, como un enamorado del trabajo de David Levine, como soy, me rindo ante este maestro y le digo, alto y claro, gracias, gracias y gracias por ser el valiente que fuiste.

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