Una narración acerca de la prehistoria antisemita (reseña literaria)

“Poncio, mi querido anfitrión --siguió diciendo--, veinte años me han encanecido el pelo y me han hundido las mejillas lo suficiente para que ya no reconozcas a tu Aelio Lamia.” Un reencuentro fortuito, dos viejos conocidos que reflexionan sobre sus vidas y que debaten sobre aquellas cosas que hicieron bien y mal. Todo ello en un cuento exquisito que esconde mucho más. Hablamos de El procurador de Judea, obra de Anatole France, todo un premio Nobel de literatura, que ha recuperado de una forma sublime la emergente editorial zaragozana Contraseña. Para comenzar su andadura por este difícil periplo, como es el de conquistar los sueños de los lectores, el resultado no podía ser mejor. Este breve relato que han devuelto a la vida cuenta con un diseño cuidado que ya nos descubre alguna de las armas secretas que esta editorial pretende llevar a cabo: publicar obras clásicas y otras inéditas con prologuistas de excepción e ilustradores aragoneses de gran nivel como Alberto Aragón. En el caso que nos ocupa, el prólogo cuenta con la firma de Ignacio Martínez de Pisón, un posfacio de Leonardo Sciascia y reproduce las ilustraciones originales de Eugène Grasset de 1902. Sciascia, que tradujo en su día la obra al italiano, no dudó un instante en afirmar que este relato es uno de los más perfectos de su género. Poncio Pilatos, retirado en su villa de Sicilia, viaja a la zona de la Campania para realizar unos tratamientos terapéuticos. Será allí, en donde “relucían los templos que coronaban, a lo lejos, laureles del Posilipo, y allá, al fondo del horizonte, estaba, risueño, el Vesubio”, cuando el viejo político se encuentra con Aelio Lamia y ambos rememoran los años en que Pilatos desempeñó el cargo de procurador de Judea. Durante sus dos charlas, Poncio Pilatos culpa al pueblo judío de sus fracasos, los considera “enemigos del género humano”. El debate, cómo no, está servido. Y es que esta obra es, entre otras cosas, un discurso en contra del antisemitismo --recordemos que Anatole France fue una de las cabezas visibles, junto a Emile Zola, en el llamado ‘Caso Dreyfus’, que condenó al capitán Alfred Dreyfus, de origen judío-alsaciano y que conmocionó a la sociedad francesa--. Martínez Pisón lo describe de forma perfecta, ya que remarca que ésta es “una narración acerca de la prehistoria del antisemitismo y de su pervivencia a lo largo de los siglos”. En definitiva, France realiza una condena llena de verdades sobre la estupidez y el hermetismo intelectual. Una lectura rica en matices.  


"Verdad es precisamente lo que nos transmite 'El procurador de Judea', una verdad profunda y eterna, válida por igual en el momento en que Anatole France lo escribió y para el momento en que Leonardo Sciascia lo recuperó para el público italiano, válida también para nosotros, lectores del siglo XXI".

Ignacio Martínez Pisón

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