Adicta y legendaria

Janis Joplin vista por Richard Avedon

Genios tontos, inútiles, malcarados, adictos a las drogas y, sobre todo, al egocentrismo. Genios sublimes, mitológicos, semidioses de la cultura y cautivadores. Existen personas que cambian nuestros conceptos de ver y entender aquello que nos rodea, cuya imaginación traspasa los límites de lo real. Existen seres solitarios y amargados con una sensibilidad innata casi irracional. Gracias a ellos y por ellos nosotros nos transformamos y creamos nuestra historia personal, forman parte de nuestra vida sin saberlo, al menos de forma consciente. ¿Cuántas veces recordamos cierta canción en según qué situaciones? ¿O un pasaje de una novela? ¿O un simple acorde, una frase, una risa del momento...? Esos seres configuran mundos mágicos en los que somos protagonistas, en los que dejamos ver nuestro verdadero YO. 

Janis Joplin murió hace 40 años. Nadie pensaría, o quizá sí, en la grandiosidad de su figura. Fue un icono de la contracultura hippie y es un icono, ahora, de la juventud rebelde, del inconformismo. Joplin murió hace 40 años por culpa de una sobredosis. Idiota e inmortal. Como tantos otros estúpidos genios. Su legado musical, así como los archivos documentales que tenemos sobre ella, hacen que la queramos, que la idolatremos (hasta cierto punto). Al igual que los Hendrix, Morrison y demás rockeros, al igual que decenas de jazzistas inigualables, Joplin ya es legendaria. Forma parte de la historia más reciente de nuestro planeta. Sus canciones son emblemas, mensajes pro-libertad. Pero su genialidad, finalmente, le llevó a la muerte. El aura que desprenden todos esos "seres especiales" es inmenso, al igual que su gilipollez (y perdonen la expresión). Son seres contradictorios, paradójicos, los amamos y los odiamos por ser lo que son y lo que nunca serán. Hace 40 años perdimos a una pionera, a una rockera única, a una voz rota que conmociona. ¿Por qué? Por su adicción, inseguridad y locura. Es lo que somos. Locos inseguros adictos a la tontería.