La confesión de un alumno singular (columna de prensa)

Esta semana me tocó vivir uno de esos momentos tristes en los que despedimos a alguien. Asistí al funeral de una antigua profesora mía de la escuela. Allí vi muchas caras conocidas de mi etapa colegial: maestras y algún que otro antiguo compañero de hazañas. Fue inevitable recordar esos momentos de infancia y adolescencia. Todas aquellas personas me enseñaron, me educaron y me ayudaron, de algún modo, a conformar mi personalidad. Sin embargo, en esas épocas de rebeldía, no les confería la importancia que realmente tienen esos “guerreros” de la educación. Y digo “guerreros” porque enfrentarse cada día a legiones de niños alborotados es propio de las mejores épicas.
La educación ha cambiado mucho (yo diría que a peor, con lo que me ganaré seguramente algún enemigo más) en los últimos años. Además, el respeto por el profesorado es casi inexistente. Yo pude ser un mal estudiante o un rebelde, pero nunca ninguneaba a esas personas que tienen como “misión suicida” mostrarte los diferentes caminos del conocimiento.
Es una empresa difícil el abrir los ojos a esas mentes que solo desprenden feromonas y cuya sexualidad incipiente no les deja ni un solo hueco para pensar. Pero eso no les impide continuar con su lucha. Repito que en esos estadios a las puertas de la pubertad uno no es consciente (o sí lo es pero no quiere confesarlo) del valor de un profesor. Deben pasar los años para convencernos del gran trabajo que hicieron o, al menos, intentaron hacer. Y eso, queramos o no, no es del todo justo. Yo, como supongo que tantos otros, me doy cuenta ahora. Por ese motivo, y tomando en cuenta aquello que dice el refranero español de “más vale tarde que nunca”, les doy las gracias desde este pequeño rincón porque forman parte de mi historia vital. Sin su presencia y las vivencias que compartí con ellos no sería quien soy ahora, no estaría escribiendo estas líneas, no me preocuparía. De nuevo, gracias.

Comentarios

Esther ha dicho que…
Hermoso homenaje.

debo ser un bicho bien raro pero siempre he admirado con devoción a todos mis profesores tanto de la escuela como de mis diversas profesiones.

quizá en su momento me costó más valorar la educación de mis padres. Cosa que ahora aprecio muchísimo y les doy las gracias por muchos motivos.

Un abrazo, Eric.

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