Un encuentro con... Elvira Lindo

La Fundación Bancaja me ofreció la posibilidad de presentar a la escritora Elvira Lindo en ‘Un encuentro con estudiantes”. No dudé un instante y dije sí. Al segundo, los nervios comenzaron a hacer acto de presencia en mi estómago --siempre me afectan en el mismo lugar--. ¿Voy a charlar con Elvira Lindo? No me lo creía. Y ahora, después de haber compartido con ella y con 1.100 estudiantes de la provincia una mañana, sigo sin creerlo.
El problema que pueda tener yo, y como yo supongo que cientos de personas, era el miedo a no “estar a la altura”. Las dudas sobre tu capacidad te asaltan sin avisar. Pero uno debe ser paciente y creer, al menos en algunas ocasiones, que tiene consigo todas las de ganar. Así fue. Acudí puntual a la cita en el Auditori de Castelló, curiosamente sin un nerviosismo acusado. Observaba la cantidad de chavales adolescentes que entraban y entraban, pero el miedo escénico no se apoderó de mí. De pronto, apareció Elvira Lindo, algo nerviosa por esas prisas que son malas consejeras. Al comprobar la cantidad de jóvenes que le aguardaban dijo algo que me hizo gracia: “Yo no soy una estrella de rock”. Y no lo es. Sin embargo, es la creadora de uno de los personajes infantiles más reconocidos de nuestras letras: Manolito Gafotas. No era de extrañar, pues, que la afluencia de estudiantes fuese masiva. Todos querían ver y oír a la escritora de Manolito. Lo bueno de todo, al menos para un servidor, es que Elvira Lindo es mucho más que la autora de Manolito. En eso quise incidir durante la charla que mantuvimos los dos ante el público que nos miraba fijamente.
Así es como comencé: “Hablar de Elvira Lindo es hacerlo de una mujer con una imaginación envidiable. A base de esfuerzo, quebraderos de cabeza --que seguro los ha habido-- y risas, muchas risas --o eso espero--, ha logrado crear un universo propio en el que todos somos bienvenidos”. Mientras pronunciaba estas palabras miraba a Elvira Lindo, la tenía a mi derecha, justo al lado, y creía que era un espejismo. ¿De verdad estaba yo presentando a una de las escritoras de mayor renombre de nuestro país? Cada vez que me sonreía, esas incógnitas se despejaban poco a poco. Lindo, a simple vista, puede parecernos una persona un tanto insegura, pero ese pensamiento nos dura un instante. Es una mujer que ha sabido luchar para forjarse una trayectoria importante dentro de nuestras letras y esa es la imagen que dio en cada respuesta a mis preguntas. Lindo no tuvo reparos en hablar de Manolito Gafotas, su gran personaje, pero al que no quiere hipotecarse. Quizá, con la publicación de su última novela, Lo que me queda por vivir, haya logrado este hecho. Sin duda, este trabajo ha sido el más personal y el más potente hasta la fecha. Una “novela de adultos”, según dicen algunos. Yo cuando leo esa etiqueta, “de adultos”, no hago más que sonreír porque, ¿qué es una novela de adultos? Esa fue mi primera pregunta y Lindo contestó a la perfección diciendo, principalmente, que cuando escribe una obra no tiene en mente el público al que irá dirigida. Además, y como bien remarcó, “Manolito Gafotas, por ejemplo, tiene dos lecturas, una para los más pequeños y otra para los mayores”. Así es. Nada tiene una única perspectiva.
“Si dijera Nueva York, me dirías...” Esta fue otra de las cuestiones que realicé. La respuesta fue directa: “te diría que es donde vivo medio año”. Pero no todo quedó ahí. Al formular este interrogante pudimos averiguar el “modus operandi” de la escritora. Lindo nos confesó que trabaja siempre por las tardes, se siente más recogida en el estudio de su casa (sea la de Madrid o la de Nueva York). Lindo nos confesó, también, que suele concentrarse más cuando vive en la ciudad de los rascacielos. ¿La razón? El atardecer comienza mucho antes, de modo que tiene más tiempo para escribir. “En Nueva York, en la época invernal suele empezar anochecer a las cuatro de la tarde”, nos dijo. Posteriormente, le pregunté si escuchaba música mientras escribía y me dijo que era imposible, “me gusta tanto la música que no me concentraría en escribir”, apuntó.

Elvira Lindo vista por Esteban Cobo

De su matrimonio con Antonio Muñoz Molina me interesaba saber cómo se las ingenian dos creadores para vivir el día a día. Yo imagino libros en cada rincón de la casa y papeles por todas partes. Elvira Lindo no tuvo inconveniente en decirme que cada uno tiene un estudio particular en casa, pero que comparten una biblioteca común y que dejan siempre la puerta abierta porque su perra siempre anda correteando de acá para allá. Ambos conforman una de las parejas literarias más reconocidas y prestigiosas de nuestras letras. No me cabe duda. Quizá, por ese motivo, me interesaba saber su opinión con respecto a un problema que creo cada vez más acuciante: el no leer. Puede que mi visión sea algo pesimista pero en España se lee cada vez menos, sobre todo la juventud. ¿Tenemos que encomendarnos a los vampiros para que se lea más?, le dije. Ella me contestó que desde siempre, los jóvenes que han sido amantes de las lecturas eran considerados “raritos”. Dijo, además, que lo importante --en el tema vampírico que planteé-- es que la juventud no se estanque en un solo tipo de lectura, que ahonden en otros géneros, que vayan aprendiendo a saborear las palabras de otras clases de libros. La respuesta no pudo ser mejor. Lo cierto es que Elvira Lindo demostró una profesionalidad envidiable sobre el escenario del Auditori, y conmigo tuvo una complicidad que siempre agradeceré.

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