La modernidad museística (artículo de prensa)

'Sin título: de la serie objetos gráficos' (d), de Mira Schendel, uno de los trabajos incluidos en la primera gran exposición organizada en España de León Ferrari y Schendel que tuvo lugar en el MNCARS

Ya no es pertinente hablar de "arte", sino de "prácticas estéticas contemporáneas", decía Catherine David, la comisaria de la Documenta X de Kassel. Esa edición en concreto, tal y como lo recuerda Manuel Borja-Villel, “ambicionaba la creación de un nuevo paradigma”. Dicho paradigma se basaba en la incorporación de la realidad política del momento en su discurso expositivo. Lo consiguió con creces y, lo que creo más importante, transformó la manera de entender el espacio en el que poder ver las obras de arte. La ciudad era un espacio físico y vivido en el que se producían las relaciones sociales entre los espectadores y las obras. Desde hace un tiempo, los centros oficiales que se dedican al arte de las vanguardias, al tan criticado mundo del arte, han cambiado su planteamiento, sus formas de presentar y, por ende, de dar a conocer al gran público aquellas últimas tendencias que ofrezcan nuevas perspectivas y valores añadidos. Los museos, esos templos en los que se conserva, investiga, comunica y se expone el arte, han necesitado de una reformulación en sus modos de actuar y, sobre todo, de interpretar el mundo artístico actual.

20 AÑOS
El gran museo del arte contemporáneo español, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, que dirige desde 2008 el burrianense Borja-Villel, ha sabido capear el temporal a la perfección. Pese a que nadie daba un duro por él cuando empezaba, el centro acaba de cumplir 20 años. El museo, como el arte actual, ha sido duramente criticado en multitud de ocasiones. Quizá, porque el MNCARS, como bien dice Borja-Villel, “nunca ha respondido a las modas”, y eso despista a muchos. Realmente, uno no sabe qué se puede encontrar, algo que creo debería resultar mucho más atractivo para el público, pese a que algunas de las muestras que ofrezcan no sean de su agrado. El programa del Reina Sofía gira en torno a dos reflexiones. La primera, volver a pensar la función y constitución del museo en la contemporaneidad. La segunda, preguntarnos si existe alternativa a los modelos históricos de esta institución, el museo moderno, surgido en los años 20 para representar una historia lineal y excluyente, o el postmoderno, planteado a mediados de los años 80 como absorción de la confrontación y el disenso en un nuevo territorio globalizado. En este sentido, el museo no se concibe como la institución que exhibe un saber universal, identitario y excluyente, sino como un lugar “capaz de generar nuevos espacios intersticiales de socialidad y discusión en la esfera pública”, tal y como reza su misión institucional. De forma más sencilla, diremos que los museos han dejado de ser espacios en los que no exista una interrelación con el espectador. Ahora disponemos de centros en los que crear una opinión pública, rincones en los que poder discutir, reflexionar y alimentar el espíritu crítico. Este nuevo modelo que ofrece desde su nacimiento el MNCARS, se ha extendido a la práctica totalidad de centros que se dedican a divulgar el arte contemporáneo. En Castellón, el ejemplo más claro, a nivel de espacio público institucional, es el del Espai d’Art Contemporani.

SUJETO POLÍTICO
Sabemos que muchas de las exposiciones mostradas en estos museos contemporáneos no han despertado una verdadera complicidad con el público. Lo conceptual, en este caso, no acaba de contar con el beneplácito de muchos espectadores, pese a que las narraciones alternativas que proponen persiguen, por encima de todo, nuevas formas de intermediación y la consideración del público no como un sujeto pasivo ni consumidor, sino como agente, un sujeto político capaz de expresar sus opiniones. No existe, pues, un arte absolutamente centrado en una visión identitaria. “El relato de la modernidad que se cuenta aquí es complejo”, dice Borja-Villel.

NUEVOS HORIZONTES
Otra de las características que creo más importantes y, porqué no decirlo, atractivas que ofrecen los museos de arte contemporáneo es que disponen de una madurez intelectual notable. Por ese motivo, estos centros saben arriesgarse, abren nuevos horizontes y favorecen el antagonismo. No siempre aquello que vemos en un museo goza de una verdad o un discurso inamovible.
El burrianense Borja-Villel, quien recordemos es una de las personalidades más influyentes en el arte actual en todo el mundo, lo dice muy claro: “Una obra de arte por definición tiene que generar debate”. Eso es lo que buscan centros como el EACC en Castellón, el MACBA en Barcelona, el MUSAC en León... Las experimentaciones, los nuevos comportamientos a la hora de abordar el arte o la importancia del espectador son algunos de los objetivos que persiguen. Ese nuevo paradigma que buscaba Catherine David en la Documenta X de Kassel, ese hablar de "prácticas estéticas contemporáneas", esa incorporación de la realidad política, son necesarios para entender la realidad que nos circunda. El diálogo es vital para entender las bases de estos espacios expositivos. Estamos ante centros mucho más dinámicos que no solo muestran obras de arte sin más, sino que ofrecen charlas, encuentros con artistas, talleres didácticos... Son espacios mucho más abiertos, más plurales.
No existe especulación, pese a que algunos lo crean, solo la consciencia de reflejar el espíritu de un tiempo, el nuestro. Y es que muchas de las exposiciones que podemos ver en estos museos fijan su mirada en eso: en el análisis de la condición humana --qué y quiénes somos, cómo y porqué actuamos como actuamos, qué queremos y qué perseguimos, etc.--. Para ello alejaron el canon, rompieron la hegemonía del mercado y mostraron algunas manifestaciones radicales e inconformistas. Todo ello para despertarnos, para hacernos partícipes de la contemporaneidad, para formar parte del pensamiento actual, de la cultura del presente. Los museos han dejado de ser estáticos. Menos mal.

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