Cada día es un regalo

Trabajo en un periódico. Se supone que debería enterarme antes que nadie de las noticias que acontecen en mi ciudad. Pero no es así. Cada sección se ocupa de un apartado y tú no puedes abarcar más de lo que tu mente permite. Tu concentración se dirige única y exclusivamente en el campo de acción en el que te has profesionalizado. A causa de este hecho, a veces, son amigos míos los que me llaman por teléfono por la mañana cuando aún estoy en la cama, ya que tengo turno de guardia en el diario y salgo tarde de trabajar, y me cuentan una noticia que, por casualidad sí leíste pero no le presaste la suficiente atención. La noticia en cuestión es el atropello de dos mujeres en una de las avenidas más conocidas de la ciudad, la que se dirige a la emblemática basílica de Nuestra Señora de Lidón, patrona de los castellonenses. 
Una rotonda, un paso de cebra, la noche y un hombre con cuatro ruedas y un motor, han sido los culpables de que una de esas dos mujeres falleciera por muerte cerebral en un hospital. Deja un marido y dos hijos. Resulta, y eso fue de lo que me advirtieron dos de mis íntimos amigos en esa llamada, que la mujer es la madre de un compañero de fatigas baloncestísticas, del colegio, y de alguna que otra correduría nocturna. Lo conozco desde hace más de diez años, hemos compartido mesa y mantel en las "cenas de equipo" que solemos hacer cada año. Hacía bien poco que se mostraba orgulloso de haber terminado con grandes resultados su carrera de Ingeniería Industrial y de haber logrado un puesto de trabajo en la BP (British Petrolium), aunque su sueño y su pasión siempre ha sido la fórmula 1 y la escudería Ferrari. Cuando hablaba de la esperanza de formar parte de su equipo de ingenieros, sus ojos brillaban. Ahora, por una de esas desgracias que no podemos explicar, sus ojos permanecen apagados, faltos de vida. Su madre ha muerto por culpa de una insensatez. Y yo, yo me enteré por una llamada telefónica al día siguiente cuando trabajo en un periódico que cubrió la noticia. 
Llamé a mi madre y le comuniqué la triste nueva. Intentó consolarme y me dijo que cada día es un regalo que no debemos desperdiciar. ¡Cuánta razón tiene! No sabemos lo que nos depara el futuro. 

Comentarios

Esther ha dicho que…
Desde luego hay que aprovechar cada día al máximo, con ilusión y con mucha pasión.

Eric, siento mucho este atropello completamente insensato y tristísimo.

Un fuerte abrazo.
Eric GC ha dicho que…
Gracias Esther. La verdad es que aún le doy vueltas a la cabeza de cómo ha podido suceder. La vida, en muchas ocasiones, es injusta.

Más abrazos y besos para ti.

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