Peut-être

Todo se resume en eso: puede ser, quizá. Las medias tintas, las respuestas que conllevan de por sí la incertidumbre, los quiero y no puedo... ¿Qué hacer al respecto? El ser humano es cobarde y débil, pese a que algunos vociferen a los cuatro vientos que son poseedores de una fuerza sobrehumana que les hace invencibles, que les permite decir aquello que piensan sin dudar y actuar acorde a esas circunstancias. ¿De verdad lo creen? Y, ¿tan importante es la opinión que tengan los demás de nosotros? Recuerdo las palabras que Arthur Schopenhauer escribió sobre este tema: "En todo lo que hacemos o dejamos de hacer, la opinión ajena pesa casi más que cualquier otra cosa, y, si recapitulamos, comprobaremos que la mitad de todas las preocupaciones y angustias que hemos tenido se las debemos a ellas. Dicha opinión, en efecto, está en la base de todo nuestro amor propio --tan frecuentemente herido por ser tan fácil de herir-- así como de todas nuestras vanidades y pretensiones". En mi caso reconozco que soy un ser dudoso. Creo que todos lo somos. Son tantas las cosas que vemos en la vida diaria, sea a través de los diarios o la televisión, sea en la misma calle cuando vamos de casa al trabajo, sea por una ventana o una puerta entreabierta... que llegamos a la mera conclusión de ser unos juguetes en manos de no se sabe quién. ¿Estamos seguros de pensar lo que pensamos? ¿O estamos influidos en todas y cada una de nuestras decisiones? ¿Cómo estar seguro de saberlo? La necesidad de vivir en sociedad (aquella que Schopenhauer dice que nace del vacío y de la monotonía del yo interior) atrae a los seres humanos los unos hacia los otros. Sin embargo, esos rasgos desagradables y errores imperdonables que se viven cada día, los vuelve a separar. Somos tan paradójicos, que damos miedo. ¿Ser o no ser? "Quien disponga de suficiente calor interno hará bien en mantenerse alejado de la sociedad, para así no molestar ni ser molestado", dijo el filósofo gruñón. Quizá sea verdad. Quizá no.

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