La Tardor Cultural, ese mágico rincón musical (artículo de prensa)

Eduardo Egüez

Quien creyera que los ángeles habían sido derrotados se equivocaba. Quien pensara que la magia es tan solo un mito que alimenta las mentes inocentes de los niños, también. Quien dudara de la Tardor Cultural de Vilafamés era un pobre sin espíritu. La magia surgió de nuevo, un año más, en cada uno de los conciertos de esta edición. Los ángeles personificados en cada uno de los intérpretes volvieron a demostrar que este formato de festival levanta pasiones, no solo a los ya habituales melómanos que allí nos reunimos, si no a aquellos que poco a poco descubren en la música antigua y barroca un vasto mapa de sensaciones. Si de algo me he dado cuenta este año es que la Tardor Cultural es mucho más que un simple festival, es un modo de ver y sentir las cosas. Como ejemplo nombraré al ya para mí inolvidable Eduardo Egüez. El laudista, intérprete de tiorba y guitarrista fue el encargado de clausurar la presente edición. Confieso, y el hacerlo ya no es una novedad, que todo en Egüez emana un aire tranquilo, sosegado, que nos permite saborear mejor las mieles de la música clásica. Su presencia, cordial y cercana, mezclada con su pelo cano y rebelde y su dialéctica hacen que vivas con mayor intensidad un concierto. 
El argentino, discípulo --aunque él ya es maestro de muchos-- del gran Hopkinson Smith es, sin duda, uno de los más reconocidos laudistas del panorama internacional. Y esto no lo digo para complacer a nadie, es simple y llanamente la verdad. Egüez ha colaborado estrechamente con la crème de la crème de la música antigua y barroca: Jordi Savall, Christophe Coin, Rinaldo Alessandrini, Ottavio Dantone... Sin palabras. En este sentido, fue todo un lujo poder contar con su presencia, algo que se lo debemos a María Martínez Belaire, quien creo ya se ha ganado un lugar en el corazón de muchos castellonenses. Y es que Egüez sorprendió a todos con su otro "yo", el de divulgador. 
El genial laudista ofreció una clase magistral sobre los tres instrumentos que domina a la perfección --quizá esté feo decirlo, pero es la verdad--: el laúd, la tiorba y la guitarra barroca. Nos descubrió parte de su historia y nos acercó con una complicidad única a la época del rey francés Luis XIV, del que hemos aprendido mucho a través de su música de corte. Eduardo Egüez interpretó una serie de piezas de Robert de Visée bajo el título 'La maître du roy'. Ni que decir que resplandeció todo el Museu d'Art Contemporani Vicente Aguilera Cerni de Vilafamés con su interpretación. Yo, personalmente, quise saltarme el protocolo y aplaudir con una energía desbordante al término de cada canción. Como es obvio, tuve que contenerme hasta el final, donde ya dejé que mis manos chocaran con fuerza para rendirme ante los pies de un intérprete magistral como es Egüez y, sobre todo, ante la organización de un festival que merece todos los aplausos habidos y por haber. 
Sé que en multitud de ocasiones ya lo he dicho, quizá me repita bastante, pero tener la oportunidad de disfrutar de un certamen así en Castellón es todo un privilegio. Por eso quisiera, desde aquí, hacer una llamada de atención a aquellos que aún duden de la capacidad de la Tardor Cultural para ofrecer un programa de calidad y que atraiga al público. Eso, amigos lectores, es una realidad inamovible como lo han demostrado Paola Erdas, Fahmi y Rami Alqhai y Eduardo Egüez. Lo único que lamento es que se haya terminado ya y deba esperar un año para volver a sentirme como en casa, porque esa es la verdadera esencia de este ciclo. Tan solo me queda decir: hasta el año próximo. 

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