El cuerpo como “un” arte (artículo de prensa)

La artista barcelonesa Alicia Framis recorrió en 2009 las calles de Nueva York vestida de astronauta.

La utilización del cuerpo como plataforma de acción plástica ha evolucionado de forma considerable en las últimas décadas. La subjetividad prima a la hora de crear una obra artística y no hay nada más subjetivo que el propio cuerpo, nuestra identidad. Por esa razón, son muchos los artistas que han desarrollado inquietantes y atractivas propuestas a través de las llamadas performance. En este tipo de acción asistimos, en la mayor parte de ocasiones, a una fragmentación del “yo”, a una mutación del ser humano. Cierto es que existen radicalismos en los que se pone de manifiesto el frágil equilibrio de la psique humana, y por ese motivo, el espectador es más reticente a la hora de contemplar una obra de estas características. Los primeros en revisar, de forma profunda, los parámetros del uso del cuerpo fueron los artistas de Estados Unidos, Francia o Gran Bretaña ya en la década de los 60 y 70. Aquí, este tipo de reflexiones artísticas fueron mucho más tardías a causa de la situación política. El conservadurismo hacía imposible que se vieran en los museos o salas de arte cualquier tipo de “arte en vivo”.

PUESTA EN ESCENA
Ligada como la que más al arte conceptual, la performance es, ante todo, una puesta escénica, en la que la improvisación, la provocación o el asombro, así como el sentido de la estética, juegan un rol principal. En este sentido, deberíamos hablar también del llamado body art, los happenings o el movimiento Fluxus. El cuerpo es el lienzo o el molde del trabajo artístico y es necesaria la interrelación con el espectador. Hablamos, pues, de un arte más directo en el que el público juega un papel primordial. Los performers buscan que los espectadores dejen de ser sujetos pasivos para alcanzar una liberación a través de la expresión emotiva y la representación colectiva. Marina Abramovic es, en este aspecto, la gran dama de la performance. La artista serbia, quien formó parte este año de los cinco artistas de renombre internacional que seleccionaban a los participantes para el 5X5 Premi d’Art Contemporani de la Diputació de Castelló, hace uso de todo tipo de objetos, vídeo-instalaciones y acciones registradas para dramatizarse en escenografías de fuerte barroquismo conceptual. El eje de su producción se halla en el propio cuerpo, un territorio perfecto para la experimentación y el cambio. Abramovic lleva 40 años como una de las artistas más transgresoras del panorama actual. Son muchos los que creen que este tipo de arte no puede sobrevivir entre las paredes de un museo. Es arte efímero, piensan. Sin embargo, Abramovic dejó muy claro hace tan solo unos meses que todo es posible. Por poner un ejemplo, en su último gran proyecto, El artista está presente --que se incluyó en la retrospectiva que el MoMa de Nueva York le dedicó este año--, se sentó a una mesa mirando fijamente a una silla vacía frente a ella. Nada más. Y nada menos. Esta clase de performance es, quizá, alguna de las propuestas más impactantes que existen. Pero no todo es así. Creerlo sería una tontería.
Como remarcaba al principio, la escenografía, el hacer del arte un espacio teatralizado, es una de las claves que rigen en la performance. La danza y la dramatización se dan aquí la mano. Ejemplos en Castellón hemos visto unos cuantos gracias al Espai d’Art Contemporani.

ACCIÓN POÉTICA
El ciclo Espaisonor nos ha dejado muestras de este tipo de expresión artística, menos transgresora que en el caso de Abramovic, en más de una ocasión. En las programaciones del EACC las performances presentes siempre han tenido mayor parentesco con la acción poética, la poesía visual y otras expresiones del arte contemporáneo. En este sentido, son mucho más cercanas, por su menor complejidad, al público. Y, pese a que la performance se opone, en principio, a la pintura o la escultura --ya que no es el objeto sino el sujeto el elemento constitutivo de la obra artística-- existen artistas que sí hacen uso de la pintura durante su actuación. Por citar a alguien de nuestra tierra, la joven Déborah Borque ha desarrollado tres vídeo-performance, It happens, Uterus y New York, en las que vemos cómo su cuerpo, al ritmo de una música con la que danza, hace las veces de pincel para crear una obra, al estilo body art.
La polémica siempre está presente y para algunos ya ha pasado el momento de gloria de esta manifestación artística cuyo material básico es el cuerpo. Sin embargo, en ferias de arte, museos y frecuentemente en la calle --como es el caso de Alicia Framis que deambuló vestida de astronauta por las calles de Nueva York--, la performance sigue ofreciéndose como una crítica del lugar que el arte ocupa en la sociedad. Las acciones y exploraciones que realizan este tipo de artistas muestra su propia carnalidad, su propia materialidad pesada y volumétrica. Resulta curioso que, en medio de tanta contemporaneidad virtual, que en medio de tanta conquista tecnológica, la performance siga causando impacto para muchos espectadores, que ya deberían estar acostumbrados a ver fenómenos más estrambóticos. Pero bueno, así somos.

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