¿El arte como activismo? (artículo de prensa)

'Ken Moody and Robert', obra de Robert Mapplethorpe

La vertiente social del arte y sus posturas más críticas con respecto al ambiente político suscitan alguna que otra sospecha sobre si es o no realmente arte aquello que se utiliza como herramienta para sensibilizar a la sociedad. ¿Por qué? Pues, porque las formas de representación de este arte no siempre cuenta con el agrado --estético, se entiende-- de la mayoría. Supone, más bien, rechazo. Y es que nadie quiere ver fotografías, pinturas o esculturas, entre otras expresiones, cuyos protagonistas puedan ser indigentes, delincuentes o cualquier personaje o situación que nos incomode, como la pobreza. Ese arte polémico, que raya lo grotesco en ciertas ocasiones, es normalmente censurado. Cabría preguntarse si dicha censura viene dada por lo desagradable de las imágenes que muestra o por lo desagradable del mensaje que conlleva. Si fuera lo segundo, está claro que, ahí, el arte es cuando mayor apoyo debería tener, ya que adopta la función de plataforma para la concienciación social. Sin embargo, y como todo es política, este hecho no se produce. En este sentido, el debate emprendido por los gobiernos e instituciones de carácter privado sobre los límites de la creación, sobre lo moral o inmoral de una obra... son meras cortinas de humo. Así, se cierne sobre nosotros otra de esas cuestiones dubitativas: ¿qué incomoda y qué no? ¿qué es obsceno y qué no lo es? Recordemos que Robert Mapplethorpe, uno de los grandes de la fotografía contemporánea, fue también uno de los artistas más censurados del siglo XX por la sexualidad explícita de sus obras (muchas homosexuales, para mayor escándalo de morales conservadores). Esto nos llevaría a preguntarnos desde cuándo lo erótico quedó reducido a la sexualidad. En esta sociedad de consumo la libertad sexual es grande, y todo lo que tenga que ver con el sexo tiene valor comercial. Por ese motivo, me extraño cuando la propia cúpula de dirigentes políticos y empresarios tiembla cuando ve un desnudo que dista mucho del modelo clásico. Este tipo de obras contemporáneas parece ser que están condenadas a perturbar hasta la eternidad. Quizá en su día fuera lo que el artista pretendía. Quizá no.

CENSURA VS. PROVOCACIÓN
Lo que sí podemos tener claro, pese a que la censura hoy día es mucho más sutil --a excepción de algún incidente como el escándalo ocurrido en el Muvim de Valencia y que propició la dimisión de su director, Román de la Calle, por la manipulación política que se produjo-- es que existen artistas que se han convertido en especialistas en provocar, sea lo que sea. Estos “provocateurs” hacen uso de su arte como una cara de la estrategia y retórica dominantes de la publicidad comercial y como un ataque en toda regla hacia el ámbito político. Un claro ejemplo es el del madrileño Santiago Sierra, quien rechazó el Premio Nacional de Artes Plásticas hace un par de semanas. Este rechazo supone decir “no” a ser partícipe en el pobre entramado intelectual que practican algunos políticos. Sierra siempre se ha caracterizado por sus manifestaciones anti-sistema, por no confiar en las posibilidades que desde los gobiernos ofrecen a la sociedad. Es un arte activista, como también lo es el que retrata indigentes a modo de concienciación social o como el que realiza un retrato homosexual en pro de la igualdad. Estos proyectos controvertidos, a priori, son rechazados por las instituciones, los gobernantes y gran parte de la sociedad porque muestran aquello de lo que no queremos tener constancia para seguir disfrutando de una vida sin preocupaciones morales.

ABANDONO DE REGLAS
En este sentido, al igual que el arte pop, el conceptual y el minimalista, aunque también la performance, el Land Art o la instalación, el activismo en el arte se sitúa más allá de la historia, al abandonar las reglas del juego moderno. Esa es la razón por la que resulta tan extraño y distante para muchos. Al no formar parte de ninguna corriente específica, el artista vive hoy una liberación auténtica y la utiliza para dar rienda suelta a sus preocupaciones. Arthur Danto dijo que “liberado de la teoría, el artista contemporáneo es libre de hacer lo que le plazca: pintar o instalar, hibridar o no, referirse al propio arte o dirigirse directamente al mundo real, porque no hay una dirección única por la que transitar”. Ese es el motivo por el cual, el arte actual, puede aparecerse a objetos normales y corrientes de lo feo, lo vulgar y lo obsceno, objetos que incomodan pero que cumplen una función específica como es la de crear una opinión pública, un diálogo en torno a nuestros miedos y placeres. Esa libertad para expresar y personificar mediante la obra artística todos esos rincones de la condición humana es lo que creo, asusta. La concienciación social mediante la representación cultural es una dura batalla, ya que la manipulación de esa esfera cultural está bien amarrada por parte de los gobiernos. Aún con todo, siguen y seguirán habiendo mentes preocupadas y radicales que polemicen con lo establecido. Sin ese “toma y daca” todo sería más aburrido, ¿no? Ese arte punzante, a modo de manifiesto, seguirá destapando nuestras miserias y virtudes. Como dije, puede que no guste, pero es una característica de nuestro tiempo. El arte, recuerden, es una acción.

Comentarios

Esther ha dicho que…
Me ha gustado muchísimo el artículo.

Mientras el arte esté subvencionado o reciba ayudas no será al cien por cien verdadero arte, no? Siempre tendrá elementos políticamente correctos, algo que agrade políticamente en cada momento. La excelencia se ha perdido en muchos casos. Los buenos artistas en la actualidad no abundan. Hay demasiado marketing y mentira.

Millones de besos.
Esther ha dicho que…
Por cierto, Robert Mapplethorpe siempre me ha gustado muchísimo.

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